Algunas entradas más atrás os contaba mi problema con el wifi del iPhone, el lunes llamé al SAT y me dijeron que hiciera una prueba adicional, que consistía en borrar las versiones que tenía en el ordenador del software (archivos con extensión ipsw, en la carpeta iTunes Software); luego restaurar el teléfono, con lo que iTunes se baja la última versión del software del iPhone por si tenías un error en la versión anterior. Como tampoco funcionó, el martes volví a llamar y me dijeron que en un plazo máximo de tres días, me mandarían una caja para mandar el iPhone a reparar. Según las instrucciones, llegaría un mensajero con una caja en la que introduciría el teléfono (sólo el teléfono, sin ningún tipo de accesorio) y cuando lo revisaran en un plazo de cinco días me comunicarían si me enviarían otro nuevo o si lo repararían.
Pero no era esto de lo que iba a hablar, que se me va la olla… quería contar mi experiencia de dos días sin el iPhone, o dicho de otra manera, la iPhonedependencia que tengo, según lo grande que es el «monazo» que tengo.
Cuando empecé a pensar en comprarme el iPhone, lo único que me tiraba para atrás era el precio, los dos años de permanencia no me asustaban mucho porque en mi empresa tenemos una oferta especial Movistar que no pienso cambiar en mucho tiempo, el desembolso inicial me preocupaba menos. Pero tener que pagar 15 € de datos todos los meses sí que es un dinero, y aunque es absurdo tener un iPhone y no tener un plan de datos 3G, tampoco veía la «necesidad» o «utilidad» que le podría sacar yo al plan de datos. Al final, después de pensar y tras comentarlo con algunos amigos y tal… decidí que sí, que lo quería. Cuando dos meses después (recuerdo que había mucha demanda y el mío – blanco – tardó ese tiempo), empecé a utilizarlo, a bajar apps y darle utilidad a la red de datos, y en eso entraron en mi vida (entre otros) el twitter y el rss (concretamente twitterfon y NetsNewsWire). De este modo se ha convertido en una rutina consultar el twitter cada par de horas (si mis ocupaciones me dejan) y leer las novedades de varios blogs y webs que acostumbro a seguir.
Así, como el martes noche dejé el teléfono vacío por si llegaba el mensajero el miércoles, me despedí de él hasta que todo se resolviera. Pero el miércoles a media mañana me sentía raro, me faltaba algo, no sabía nada de lo que pasaba en el mundo , ni en información general ni en tecnología (desde hace ocho meses la única vía de información es NetNewsWire: prensa local y nacional, noticias de Mac, de fotografía, nuevas apps para iPhone, etc), tampoco con twitter donde también te enteras de muchas noticias, además de estar conectado con otros colegas twitteros. Si alguien me comentaba algo interesante o quería confirmar algo, instintivamente me disponía a coger el iPhone para entrar en Safari. Si alguien me preguntaba por el tiempo, echaba de menos AccuWeather. En el coche he echado de menos poner alguna musiquita o escuchar el podcast de Comando Alt Suprimir. He hecho «n» intentos de comprobar el correo con Mail… en fin, supongo que os podéis imaginar. Se podría pensar que la dependencia la tengo de internet o de los asuntos descritos más utilizados por mí, pero no, todo surge de la comodidad de poder hacer esas cosas desde cualquier parte y con un dispositivo pequeño pero matón.
La mejor prueba de esa dependencia es lo que está ocurriendo en estos momentos. Ayer no vino el mensajero de UPS a recoger el móvil, vino esta mañana, pero como dejé el domicilio de casa de mis padres en vez del mío porque a mí es difícil cogerme en casa, cuando llegó el mensajero le dijo a mi padre que no venía a recoger, sólo a entregar (debo decir aquí que mi experiencia con UPS es pésima, se confirma una vez más), con lo que mi padre pensó que era otro asunto. Me avisó dos minutos después de haberse ido el mensajero e inmediatamente llamé a la central de UPS para ver si podían avisar al mensajero que volviera, me dijeron que llamarían en menos de 60 minutos (cosa que no ocurrió, por supuesto). Unos quince minutos más tarde me escapé a casa de mis padres, abrí el paquete, cogí el iPhone y lo metí en su cajita, listo por si volvía el maldito mensajero. Media hora más tarde volvía a llamar a la central y me dijeron que no había problema que esta misma tarde pasarían a recogerlo… si había servicio en mi pueblo… lo sentimos, pero no hay servicio de tarde en su población (yo ya lo sabía, claro). Ah, pues como el viernes es fiesta, ya hasta el lunes, me dice la señorita de la dulce voz. Mi cabreo iba en aumento. Señorita, yo voy esta tarde a Algeciras, población cercana y bastante grande, puedo pasar a la oficina y entregarlo allí. Dígame el código postal… el más cercano está en Alcalá de Guadaira… Y ya reventé. ¿Que clase de servicio urgente es este? ¿Tienen una central cada 250 kms? Lo sentimos señor, el lunes a qué hora le viene bien. Me sonó a «recochineo», después de tener que esperar cuatro días ¿me vas a preguntar la hora? Qué mas me da, señorita. En fin, ya uno tiene una edad que los cabreos le afectan sólo un ratito. Para superar el cabreo, y el «mono», he desempaquetado otra vez el iPhone, y mientras escribo esto, esto restaurándolo. No pienso pasar el puente sin mi iPhone, je je. Ya lo dije al principio, el síndrome de abstinencia en muy potente.
Gracias por echar de menos el escuchar el podcast, tio! La verdad es que hay veces que cuando dejas de tener algo es cuando realmente lo echas de menos. Te entiendo perfectamente. Esa comodidad que nos hace estar conectado en cualquier parte, incluso en medio del campo, por ejemplo…. pues es que me lo quitan y me siento como desnudo…, el poder consultar una direccion en cualquier parte, donde esta exactamente un banco, que distancia me queda, las noticias, twitter, mail…. en fin.. pienso que por aqui van los tiros de donde van las nuevas tecnologias, el poder en tu propia mano xD. Pues, has hecho bien, son muchos dias sin el iphone, ya el lunes se volvera a empaquetar. Buena reflexion isolMAC !