Desde hace bastantes meses, se viene oyendo en prensa y redes sociales la denominación “equidistante” para referirse a las personas que cuando hay un debate con dos posturas encontradas, no se posicionan en ninguna de ellas. Empezó todo con el tema de la independencia de Cataluña. Algunos políticos (y no sólo políticos) casi “exigen” que uno tiene que adoptar una u otra postura irremediablemente. O estás a favor de todo lo que hagan los independentistas, o totalmente en contra, y son ambos los que tachan (en un sentido bastante peyorativo) de equidistantes a los que no se posicionan en ninguna de ellas.
Recientemente ha ocurrido algo parecido con la actuación del Gobierno de España durante la primera ola de la pandemia: unos piensan que el Gobierno lo ha hecho maravillosamente bien y otros que es un desastre y tendrían que dimitir todos.
Este concepto dicotómico o polarizado no es nuevo ni existe sólo en política, es fácil entenderlo cuando hablamos de fútbol, de cambio climático o de veganismo, por poner algunos ejemplos. (Algún día trataré ese tema aquí en el blog dentro del apartado de las distorsiones cognitivas en psicología.)
Efectivamente, quienes adoptan una postura radical, están probablemente equivocados. Es imposible que si se piensa bien, con información contrastada y con datos, uno pueda estar en ningún bando, pero de una forma más o menos inconsciente nos posicionamos en un sitio (por ejemplo, me hago vegano) y maldecimos a los del otro “bando”. Es algo que hacemos normalmente por comodidad, para no tener que estar todo el día pensando los pros y los contras de una posición, un equipo de fútbol o lo que sea.
Lo específico y lo genérico
Claro que hay casos en que una postura u otra puede estar justificada, pero son casos muy específicos con pocas variables. Por ejemplo, si te gusta más la tortilla de patatas con cebolla o sin cebolla. Eso no quiere decir que no existamos personas equidistantes a los que nos gustan los dos tipos, pero es comprensible que haya gente que sólo le guste una de las dos.
Así que en asuntos complejos, como el que mencionaba anteriormente de la pandemia no es comprensible que la gente adopte posturas tan radicales. De manera que la equidistancia en estos casos, debería ser lo normal.
Pero ¡ojo!, no hay que confundir ser equidistante con ser pasota, uno puede simpatizar con una idea política, por supuesto, pero sin extremismos. Tampoco me parece admisible aceptar como válida cualquier cosa que unos u otros hagan para defender su postura. Que una persona sea equidistante no está reñido con defender a una parte (o atacar a la contraria) en aspectos puntuales, especialmente cuando ese aspecto sea algo ilegal, irrespetuoso, insolidario, insultante, despreciativo, etc. Hay unos límites que en democracia y libertad no se pueden permitir en ningún caso, sean los “tuyos” o los “otros” los que la hagan. Y ahí tenemos que estar los equidistantes dando la cara sin que eso nos suponga ponernos a favor de alguien en todo lo que haga, ni en contra de alguien en la totalidad de sus acciones.
Esto último no lo entienden los que dicen “equidistante” con desprecio, pues si atacas a unos o defiendes a otros en un aspecto puntual, ya consideran que te estás posicionando y no eres equidistante. Su propio concepto polarizado hace que te “clasifiquen” en una parte sólo por defender (o criticar) una acción puntual.
Estas últimas semanas se está hablando mucho del supuesto delito que cometió el rey emérito Juan Carlos I, y me gustaría que todas las personas condenasen esos hechos si se confirma que se produjeron. Entre las personas republicanas y equidistantes es muy fácil, entre los monárquicos polarizados es mucho más difícil. Eso sería como esperar que un vegano diga que el jamón de pata negra es un manjar, o que uno del Barça diga que Ronaldo fue un excelente jugador en el Madrid. Si yo fuera un Beatle de Cádiz, diría aquello de que lo harán cuando yo me pele, cuando yo me pele…
Bipartidismo ¿sí o no?
Hay una cosa que me llama mucho la atención de la situación actual de nuestro país. Hasta hace muy poco, solo había dos opciones mayoritarias a nivel nacional, PP y PSOE. Y aunque existía la polarización, no existía el extremismo que hay ahora, que tenemos cinco grandes partidos nacionales. Lo cual me llega a la siguiente reflexión, que comparto con vosotros mis queridos leyentes. ¿Será que hay gente interesada que nos quiere impulsar a que volvamos al bipartidismo? ¿Quizás se les ha ido de las manos?
En fin, que en mi opinión, más allá de ideas conspiranoicas, a España le vendrían bien muchos equidistantes en la opinión pública. Sí, los periodistas, artistas, pensadores, líderes en su terreno que están en la equidistancia salgan a la luz y la defiendan, a la vez que critiquen e intenten arrinconar el pensamiento dicotómico, las opiniones más radicales.
De la misma manera que los políticos y sus voceros difícilmente saldrán de la dicotomía porque viven de ello, sería muy conveniente que mientras ellos empujan a polarizar la sociedad, los equidistantes equilibren esa balanza haciendo que cada vez más gente sea equidistante. Estoy convencido que una sociedad tan extremadamente polarizada es lo peor que le puede pasar a la democracia y la libertad.